viernes, 9 de julio de 2010

VIDEO DE MIS ESTUDIANTES COLOREANDO Y LEYENDO


miércoles, 7 de julio de 2010


(Tomado de www.cuentosparadormir.com)


EL CUENTO DEL DRAGON NUBE


En las oscuras tierras de las brujas y los trolls, vivía hace mucho tiempo el dragón más terrible que nunca existió. Sus mágicos poderes le permitían ser como una nube, para moverse rápido como el viento, ser ligero como una pluma y tomar cualquier forma, desde una simple ovejita, a un feroz ogro. Y por ser un dragón nube, era el único capaz de lanzar por su boca no sólo llamaradas de fuego, sino brillantes rayos de tormenta.

El dragón nube atacaba aldeas y poblados sólo por placer, por el simple hecho de oír los gritos de la gente ante sus terribles apariciones. Pero únicamente encontraba verdadera diversión cada vez que los hombres enviaban a alguno de sus caballeros y héroes a tratar de acabar con él. Entonces se entretenía haciendo caer interminables lluvias sobre su armadura, o diminutos relámpagos que requemaban y ponían de punta todos los pelos del valiente caballero. Luego se transformaba en una densa niebla, y el caballero, sin poder ver nada a su alrededor, ni siquiera era consciente de que la nube en que estaba sumergido se elevaba y echaba a volar. Y tras jugar con él por los aires durante un buen rato, hasta que quedaba completamente mareado, el dragón volvía a su forma natural, dejando al pobre héroe flotando en el aire. Entonces no dejaba de reír y abrasarlo con sus llamaradas, mientras caía a gran velocidad hasta estamparse en la nieve de las frías montañas, donde dolorido, helado y chamuscado, el abandonado caballero debía buscar el largo camino de vuelta.

Sólo el joven Yela, el hijo pequeño del rey, famoso desde pequeño por sus constantes travesuras, sentía cierta simpatía por el dragón. Algo en su interior le decía que no podía haber nadie tan malo y que, al igual que le había pasado a él mismo de pequeño, el dragón podría aprender a comportarse correctamente. Así que cuando fue en su busca, lo hizo sin escudo ni armaduras, totalmente desarmado, dispuesto a averiguar qué era lo que llevaba al dragón a actuar de aquella manera.

El dragón, nada más ver venir al joven príncipe, comenzó su repertorio de trucos y torturas. Yela encontró sus trucos verdaderamente únicos, incluso divertidos, y se atrevió a disfrutar de aquellos momentos junto al dragón. Cuando por fin se estampó contra la nieve, se levantó chamuscado y dolorido, pero muy sonriente, y gritó: “ ¡Otra vez! ¡Yuppi!”.

El dragón nube se sorprendió, pero parecía que hubiera estado esperando aquello durante siglos, pues no dudó en repetir sus trucos, y hacer algunos más, para alegría del joven príncipe, quien disfrutó de cada juego del dragón. Éste se divertía tanto que comenzó a mostrar especial cuidado y delicadeza con su compañero de juegos, hasta tal punto, que cuando pararon para descansar un rato, ambos lo hicieron juntos y sonrientes, como dos buenos amigos.

Yela no sólo siguió dejando que el dragón jugara con él. El propio príncipe comenzó a hacer gracias, espectáculos y travesuras que hacían las delicias del dragón, y juntos idearon muchos nuevos trucos. Finalmente Yela llegó a conocer a la familia del dragón, sólo para darse cuenta de que, a pesar de tener cientos de años, no era más que un dragón chiquitito, un niño enorme con ganas de hacer travesuras y pasarlo bien.

Y así, pudo el príncipe regresar a su reino sobre una gran nube con forma de dragón, ante la alegría y admiración de todos. Y con la ayuda de niños, cómicos, actores y bufones, pudieron alegrar tanto la vida del pequeño dragón, que nunca más necesitó hacer daño a nadie para divertirse. Y como pago por sus diversiones, regalaba su lluvia, su sombra y sus rayos a cuantos los necesitaban.


Autor.. Pedro Pablo Sacristan

viernes, 2 de julio de 2010

Tomado de: http://www.google.com.co/search?sourceid=navclient&aq=4h&oq=&hl=es&ie=UTF-8&rlz=1T4SKPB_esCO369CO371&q=carreras+infantiles


LA IMPORTANCIA DE CONTARLES CUENTOS A LOS NIÑOS



Los relatos potencian la imaginación y afectividad de los niños, a pesar de ello, la costumbre de contar historias a los más pequeños apenas perdura en algunos hogares.

Todavía las palabras «Érase una vez...» provocan efectos mágicos. Sin efectos especiales proyectados en una pantalla gigante. Sin imágenes animadas con las más modernas tecnologías. Sólo con la palabra y su misterioso hechizo, el cuento oral ejerce un poderoso y gratificante influjo sobre quien lo escucha, especialmente si se trata de un niño.

De las pérdidas que acarrean la vida moderna y sus prisas, una de las más dolorosas es la del hábito de contar cuentos a los niños. La costumbre de narrar historias a los más pequeños apenas perdura en algunos hogares, ha sido delegada a la televisión, a los profesores de guardería o a los cuentacuentos profesionales. «No me doy maña para eso», «Apenas me queda tiempo», «Qué les voy a contar yo que no lo puedan oír mejor por otros medios», se dicen muchos padres y madres que han renunciado a hacerlo.



COMUNICACION AFECTIVA


No es bueno infravalorarse. El valor de la narración oral no reside tanto en la originalidad de los argumentos ni en la habilidad recitativa del narrador. El niño que oye cuentos de boca de sus padres o de sus madres participa, por encima de todo, de una comunicación afectiva con sus seres de referencia.
El niño siente que le dedican un tiempo especial a él solo o junto con sus hermanos, y que en ese instante le están haciendo el regalo de su voz y su pensamiento. Por un rato quedan abolidas las órdenes, los consejos, los cuidados materiales que comporta el papel de padres. Con independencia de su calidad literaria, el cuento se convierte en un puente maravilloso de comunicación en la complicidad de lo inusitado, de lo distinto, entre unos adultos que se convierten en niños y unos niños que perciben cómo el adulto, a veces tan lejano, penetra en su mundo personal.

Los elementos de repetición (palabras, objetos) dan consistencia al cuento en tanto que aportan anclajes para que el receptor no pierda el hilo de la historia, aparte de ser muy del gusto de los oyentes.


A CADA EDAD SU CUENTO


Está comprobado que los cuentos favorecen la adquisición del lenguaje, infunden confianza en los propios recursos, despiertan curiosidad por el aprendizaje de cosas nuevas y liberan la imaginación y la afectividad del niño. El hecho de verse acompañados en sus fantasías por los padres les aporta seguridad; por eso no hay que temer a las historias de miedo ni a aquéllas que plantean conflictos de cierta crudeza. Por supuesto, cada edad tiene sus límites. Los padres atentos se percatan enseguida de cuándo un relato sobrepasa las capacidades del niño y cuándo se adecua a sus gustos e intereses.
Son preferibles, no obstante, los cuentos que se abran a universos imaginativos donde ocurran hechos singulares. La lógica del relato no ha de estar en su sujeción a la realidad, sino en su coherencia interna: por ejemplo, si el protagonista persigue una meta, el final debe mostrar que la alcanza. Los elementos de repetición (palabras, objetos) dan consistencia al cuento en tanto que aportan anclajes para que el receptor no pierda el hilo de la historia, aparte de ser muy del gusto de los oyentes. Todo buen relato ha de llevar, asimismo, cierta carga de aventura en el sentido de desafío, sin que eso signifique que haya de discurrir en el espacio intergaláctico o presentarse erizado de obstáculos descomunales: basta con que coloque a los personajes frente a situaciones problemáticas.
A partir de ahí, la técnica del relato oral queda enriquecida si se acompaña de gestos, cambios de voces y de entonación, pausas suspensivas y otros elementos extralingüísticos. Son muy eficaces las preguntas al oyente en un momento dado, pues lo involucran más en la historia. Pero todo ello sin teatralizar excesivamente un proceso que debe estar presidido por el poder de la palabra.